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ENZO
SANTESE
La
pintura de Giovanni Cavazzon está estrechamente ligada con la
matriz del clasicismo que emerge en una figuración, donde la
mujer de hoy y la del mito se yuxtaponen en una alusión densa de
dobleces significantes. El artista recorre el contorno conceptual
de la belleza contextualizando la figura femenina en un ámbito de
puro enrarecimiento. El dibujo es disciplina portadora del
acontecimiento, donde el color, normalmente guiado para devolver
lo impalpable de los encarnados, se deposita dando un ligero
empuje a las redondeces volumétricas. Son formas que oscilan
entre la descomposición y la regeneración, como si estuvieran
para testificar, con esos rostros agudos, una especie de inocencia
perdida. La simbología del vuelo, unida a la voluptuosidad de las
posturas, habla de sentimientos que en lo armónico del corazón
no omiten críticas puntuales a reconocibles desarrollos de la
actualidad. Baste considerar las dos instalaciones en que las
presencias están delimitadas por un perímetro leñoso que remite
a la caja de embalaje: el nexo está en el movimiento de las obras
de arte, destino común para ambas, insertadas en un programa
continuo de fruición de una parte a la otra del globo, que las
hace convertirse en "objetos de consumo". Elemento de
unión entre realidad y sueño, el arte de Cavazzon sabe proyectar
al observador en una dimensión onírica sin borrar los rasgos de
su materialidad, es más aislándola en un contexto de pleno
enfoque analítico: colores tenues, encendidos hasta el límite
del monocromo, emulsiones ligeras en suaves claroscuros mientras
que los encarnados se fijan en una secuencia que confiere luz al
sujeto retratado. Y el rojo coral envuelve a veces la figura en un
involucro de suave tensión de acuarela, dejando fluir el signo
hacia una definición que se apaga en una intensificación de la
luminosidad.
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